Es lo que buscan varios jóvenes y familias que se radican en diferentes países del mundo con tal de poder obtener un mejor bienestar para su familia.
Ese futuro que es esquivo en su lugar de origen y que por diferentes causas (económicas políticas y sociales) no pueden alcanzar se busca de forma incesante en un nuevo destino.
En ese nuevo lugar de residencia deben adaptarse a un sinfín de cosas que le son raras y extrañas pero las cuales necesita aprender en forma inmediata para lograr su objetivo que no es ni más ni menos que “sobrevivir”.
Se empiezan a mezclar con una gran cantidad de sentimientos y dolores que se sienten de forma muy profunda en el corazón. Y que se conocen como “el desarraigo” que es alejar a una persona de donde vive o de su ambiente natural.
Estos cambios generan extrañar las costumbres y otro tipo de actividades que uno realizaba a diario en su país de origen.
Lo que motiva a conectarse con las raíces a través de diferentes medios como las emisoras radiales que disfrutaban en sus casas, leer los diarios a través de la web y realizar encuentros o fiestas con los que pertenecen a la misma colectividad.
La excusa es siempre la misma “juntarse y compartir un buen momento” a través de sus comidas típicas, los sonidos y los colores patrios para atenuar la distancia y la realidad que viven a diario.
Por tal motivo, lo que se busca siempre es generar ese sentido de comunidad que perdieron cuando se fueron.
En general no se arrepienten de haber dejado su país o quisieran volver al mismo si fuera diferente, algunos se esfuerzan en adaptarse y amar al nuevo suelo, y otros simplemente en no mezclarse.
Como se sienten, lo resume Francisca Goncalvez, en España: “Aquí uno empieza a extrañar hasta lo que allá no le gustaba tanto”.